Instituto del Pensamiento Hispano

Exposición de motivos

El paradigma ideológico en que vivimos nació de la Revolución Americana, la Revolución Francesa y la inestimable aportación del utilitarismo y del socialismo fabiano, ambos británicos.

Dicho paradigma fue el que derrotó al mundo hispano; quizá por eso, ninguno de nuestros países actuales, fruto de la fragmentación de la Monarquía Hispánica, ha sido capaz de alcanzar niveles de desarrollo estables, a pesar de ciertos espejismos en algunos períodos históricos ¿Por qué? Muy sencillo. Nuestro modelo de convivencia no se basaba en la destrucción del otro, sino en la incorporación de los diferentes para crear algo nuevo y distinto bajo la batuta/parámetros del catolicismo humanista de la Escuela de Salamanca: la raza cósmica de Vasconcelos; si bien, el ilustre intelectual mexicano, quizá llevado por un desmedido orgullo de pertenencia al compararla con el resto, la consideró una especie de raza sublime. Y ¿quién sabe? A lo mejor tenía razón; por eso trataron de convencernos de lo contrario en una operación de ingeniería social tan exitosa que nos llevó a agradecer nuestra existencia a los magos negros encargados de arrancarnos el corazón de nuestra historia y el alma de nuestros principios y virtudes; al fin y a la postre, al mirarnos al espejo, consiguieron que no viéramos en él a los protagonistas de un proceso único forjado con lo mejor de la policromía humana que surcó los mares en las bodegas o cubiertas de los barcos; que había trabajado las tierras frías y tropicales antes que otros también lo hicieran y, entretanto, engendraba y daba a luz una cadena sin fin de generaciones que luchó, sufrió, rió, cantó, bailó, amó y avanzó sin cejar en su empeño por construir algo antes nunca visto, y lo logró; ¡vaya si lo logró! Sin embargo, en vez de vernos como la resultante de ese camino milagroso, nos veíamos como un potaje rancio, avinagrado, casi inútil, cuando no pérfido.

La Hispanidad nunca encajó en ese paradigma, aunque lo intentó inútilmente; ¡qué remedio! A la marea de la historia la cabalgaba triunfante la teología luterana del todo vale si tienes fe; no digamos si te haces rico, no importa cómo, serás entonces uno de los elegidos por Dios; así los arengaba Calvino en Ginebra.

Es imperativo que el mundo hispano se reencuentre consigo mismo, deje de ponerse la gorra visera de lado y de caminar a lo primate. Sus antepasados de la raza cósmica no se dejaron la piel para eso. Se encorvaban para trabajar la tierra, pero caminaban erguidos. Recorrieron a pie un mundo y fundaron ciudades en lugares recónditos que hoy son patrimonio de la humanidad. Mezclaron todos los ritmos, melodías, coplas, poemas, instrumentos para crear la música popular más bella y variopinta de la Tierra. Si ellos caminaban erguidos, ¿por qué imitar a quienes lo hacen como si estuvieran ebrios o con problemas del oído, al punto que parecen perder el equilibrio? Hispano: ¡levántate y anda! Si lo hizo Lázaro que estaba muerto, ¿no lo vas a lograr tú? ¿Que Lázaro tenía a Dios de su parte? ¿Acaso tú no lo tienes? Recupera los principios y virtudes que entregaste a los descendientes de quienes propugnaban que el mejor indio es el que está muerto, consideraban fauna a los habitantes de Tasmania o llamaban a apalear a los negros con cañas de bambú para que sangraran más abundantemente, y te sorprenderás.

Por todo lo anterior, nace el Instituto del Pensamiento Hispano. Para reflexionar sobre lo que nuestros sabios de todas las orillas dejaron escrito e hicieron en el pasado y continúan en el presente, al objeto de crear nuevos marcos, nuevos planteamientos que superen el paradigma ideológico todavía dominante: el que nos extravió durante demasiado tiempo y, hoy, se encuentra en proceso de caducidad.

Somos uno y el mundo no es suficiente.

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