La Hispanidad: Dos siglos de humillación (*)

OBSERVATORIO DE PUERTO RICO

Marcelino Lastra Muñiz

9/11/2024

En la última encuesta realizada en Puerto Rico, 5 años atrás aproximadamente, la inmensa mayoría de la población se consideró hispana, no anglosajona, a pesar de 120 años de políticas de inusitada agresividad para extirpar el alma hispana de los puertorriqueños.

En 1898, nuestra querida isla caribeña (porque Puerto Rico es de todos los hispanos, como Cuba, como la Española, hoy compartida entre la República Dominicana y Haití) tenía una economía próspera, autosuficiente en alimentos, receptora de inmigración, con una red ferroviaria circunvalando la isla. La invasión estadounidense destruyó la autosuficiencia alimentaria a causa del empeño por convertir a la isla en un gigantesco ingenio azucarero, cuyos resultados fueron las terribles hambrunas y la marginación de la población campesina en arrabales urbanos, inexistentes antes de la invasión.

Hoy, la red ferroviaria ha desaparecido, salvo una semiabandonada línea urbana. Hoy, la isla debe importar más de las ¾ partes de sus alimentos. Hoy, la isla sufre una emigración masiva y su índice de natalidad se arrastra por los suelos.

En 1898, un peso puertorriqueño equivalía a un dólar de EE.UU.; después, el invasor fijó el cambio en 60 centavos. Se confiscó la plata del Banco Español de Puerto Rico como botín de guerra. Se cerraron todos los muelles de la isla y se restringió el comercio con otros países del mundo, limitándose únicamente a EE.UU., con la prohibición de utilizar cualquier marina mercante que no fuera la estadounidense, mucho más costosa.

La intensificación del cultivo del azúcar para atender las necesidades de las industrias farmacéutica y alimentaria del “país de la libertad” se hizo a costa de las confiscaciones masivas de tierras de labor, con el resultado devastador de muertes y miseria jamás conocidas. Esta política recuerda a la practicada por Inglaterra en la India para extender el cultivo de la amapola y vender su producto más preciado, el opio, en China, destruyendo tanto a los indúes como a los chinos; eso sí, a cambio de unos desorbitantes beneficios para la pulcra reina Victoria, los suyos y su banco, el HSBC, creado para volcar al sistema financiero los réditos de tan humanitaria práctica. La población puertorriqueña comenzó a morir a millares, comenzando por los niños; en las veredas de los caminos se ordenaban filas interminables de ataúdes.

Para los incautos que insisten en la magnificencia de la Constitución de EE.UU., les pediría trataran de justificar su comportamiento en Puerto Rico.

Quizá la respuesta esté en lo que afirmó el congresista Gilbert, de Kentucky:

… no hemos podido civilizar ni a los indios, ni a los negros, ni a los esquimales de los Estados Unidos, tampoco vamos a poder civilizar a los negros de Puerto Rico, ni a los malayos filipinos de esas islas tropicales extranjeras

Desembarcaron exmilitares como profesores de inglés para tratar de arrancar el español de las escuelas. Las iglesias protestantes se utilizaron no para atender una demanda de libertad religiosa inexistente, sino para colonizar las mentes, haciendo creer a la gente que la sumisión a los invasores era lo deseado por dios.

Woodrow Wilson concedió una impostura de ciudadanía a los puertorriqueños, pero suficiente para mandarlos a la I Guerra Mundial. Los salarios de hambre en los ingenios azucareros, el desempleo rampante y la falta de tierras para cultivar, agravada con más expropiaciones a los campesinos para construir bases militares, intensificaron las muertes por hambruna. En ese período, el 60% de las tierras productivas estaban en manos de los absentistas; 600.000 personas infectadas con uncinariasis y más de 30.000 contagiados de tuberculosis.

Entre 1930 y 1970 se produjo una esterilización masiva de las mujeres sin su consentimiento; en 1951, Puerto Rico fue el campo de experimentación de la píldora anticonceptiva. El tratamiento como cobayas humanas siguió con la inducción del cáncer en la población, sin conocimiento ni consentimiento de los afectados. El Dr. Cornelius Rhoads, miembro del Instituto Rockefeller de San Juan manifestó:

Ellos son, fuera de duda, la raza de hombres más sucia, más holgazana, más degenerada y ratera que jamás haya habitado la tierra. Enferma habitar la misma isla con ellos. Son aún inferiores a los italianos. Lo que la isla necesita no es trabajo de sanidad pública, sino una ola o algo para exterminar totalmente a la población … Yo he hecho lo mejor posible para acelerar el proceso de exterminio matando a ocho y trasplantando cáncer a varios más … Aquí no juega papel alguno aquello de considerar el bienestar de los pacientes. De hecho, todos los médicos se deleitan en el abuso y tortura de los desgraciados sujetos.

Los pastores protestantes exponían que los EE.UU. eran portadores del progreso, civilización y valores democráticos; por el contrario, lo hispánico había sido la miseria, oscurantismo y explotación. La estrategia era clara: acabar con el catolicismo para arrancar la cultura puertorriqueña, ya que el protestantismo había sido el cimiento de la identidad yanqui.

Con estas o similares palabras se expresa José Alfredo Lara Fontánez, presidente de la Asociación Adelante Reunificacionistas de Puerto Rico y España en la obra Puerto Rico y España -una misma nación- Reflexiones para una reunificación.

Tras la invasión de los adalides del “libre mercado y del “mundo libre”, los puertorriqueños sufrieron una humillación, que sólo la mentira y una maquinaria propagandística fuera de lo común pudieron ocultar; humillación que debe ser de todos los hispanos, sean de donde sean; miserable el que piense que no le incumbe. No ha habido país de la Hispanidad que no haya sufrido en suelo y carne propia la humillación vil del mundo anglosajón, España incluida.

Dos siglos soportando humillaciones sustentadas en relatos falsos, tergiversados, que confunden a la gente. China no olvida lo que ellos llaman “El Siglo de la Humillación” infligido por el mundo anglosajón, al que se sumaron la Francia de la liberté, egalité y fraternité, Alemania, Rusia……

Los hispanos llevamos el doble de tiempo anestesiados por infundios lanzados para enfrentarnos y disolver el sentimiento de pertenencia a la misma Patria Grande.

Al inicio del siglo XIX, la Hispanidad tenía los territorios más prósperos del mundo; se acuñaba la principal moneda del orbe con la que se realizaba más de la mitad del comercio mundial; los pueblos indígenas organizaban su vida en las repúblicas de indios, según sus usos y costumbres, y el comercio con Asia, en dos siglos y medio superó en cantidad de mercaderías a 1000 años de la Ruta de la Seda. Todo se derrumbó, y los responsables de la demolición y sus descendientes oligárquicos tuvieron que inventar una farsa, un falso relato para ocultar sus culpas y la subordinación traidora a la entente anglosajona a cambio del manejo político, como títeres, de las nuevas repúblicas; eso sí, adecuadamente teatralizadas con una democracia liberal que, de elección en elección, ha conducido a nuestros países a la insignificancia internacional y, cuidado con intentar sacar la cabeza: el recuerdo de Carrero Blanco, Torrijos, Roldós, etc. estará presente para los olvidadizos.

Hay que terminar con esta dirigencia política y social corrompida y poner en su sitio a la élite anglosajona, experta en envenenarnos la sangre para que nos veamos como enemigos y facilitemos que la genuflexión no tenga fin.

Acabemos de una vez con dos siglos de humillación.

(*) Concepto acuñado por Santiago Armesilla