San Agustín de Hipona, luz para nuestra juventud

INPHI

Ángela Lucía Abarca Ticona

10/9/2024

En los tiempos en que vivimos, lleno de profundos desafíos y cambios rápidos, donde la búsqueda de significado se convierte en una travesía esencial, especialmente para la juventud. El Padre de la Iglesia Latina y un gigante de la filosofía cristiana, San Agustín de Hipona (354-430), nos propone una guía intemporal para quienes buscan respuestas más allá de lo superficial.

San Agustín como muchos de nosotros experimentó momentos de duda, luchas internas e incluso se dejó seducir por placeres temporales y filosofías del mundo, reflejando las tentaciones y dilemas que muchos jóvenes enfrentamos en la actualidad. Sin embargo, debemos recordar que lo que distingue a San Agustín es su valentía para cuestionar lo que le rodeaba y, finalmente, reconocer que la verdad no se encuentra en el mundo, sino en Dios.

Como él mismo declara: «Nos hiciste, Señor, para ti, y nuestro corazón estará inquieto hasta que descanse en ti».

De esta manera, no sólo abrazó el cristianismo, sino que también integró las enseñanzas filosóficas de Platón en su fe. Para él, como para Platón, el mundo físico es solo una sombra de la realidad superior. No obstante, fue más allá: Agustín afirmó que la única manera de conocer la verdad plena es a través de la gracia de Dios. Esta integración entre la razón y la fe puede ser un faro de luz para los jóvenes, quienes, en un mundo saturado de información, pueden sentirse abrumados por teorías y corrientes de pensamiento contradictorias.

Agustín nos recuerda que la fe no está en oposición a la razón; al contrario, la fe ilumina lo que la razón por sí sola no puede alcanzar. Al igual que San Agustín, la juventud está llamada a una vida de profundidad y discernimiento. En un mundo que ha sido invadido por las distracciones y gratificaciones instantáneas que están a un clic de distancia, la vida cristiana ofrece una visión más elevada.

La juventud católica de hoy es el futuro de la Iglesia, y su energía, creatividad y pasión son un pilar fundamental para el crecimiento espiritual y moral de la sociedad. El santo de Hipona nos enseña que el camino hacia la santidad no es un viaje de perfección inalcanzable, sino de constante conversión, donde las caídas son oportunidades para levantarse aún más fuerte en la fe.

Así como Agustín encontró su verdadero propósito al volver su corazón a Dios, los jóvenes de hoy pueden descubrir su vocación al enraizarse en Cristo, quien es «el Camino, la Verdad y la Vida» (Juan 14:6).

Inspirados por esta idea, los jóvenes tienen el potencial de ser agentes de cambio en su comunidad y de crecer espiritualmente, recordando que, en lugar de caer en el pesimismo, San Agustín ofrece una visión esperanzadora: el reino de Dios está en construcción, y cada uno de nosotros tiene un papel en su edificación.

Los jóvenes, con su idealismo y fuerza, pueden ser líderes en la creación de una «ciudad de Dios» contemporánea, una comunidad que promueva el amor al prójimo, la justicia y el servicio a los demás.

Hoy, más que nunca, enfrentamos la confusión de un mundo saturado de mensajes contradictorios, materialismo y egoísmo. Sin embargo, San Agustín nos recuerda que la verdadera libertad está en reconocer nuestras limitaciones y encontrar la paz en Dios. Al igual que él, hoy somos llamados a una conversión continua, a la búsqueda del bien mayor y a la construcción de una comunidad basada en los principios eternos de nuestra Iglesia.

¿Están preparados para aceptar este desafío? La respuesta está en sus corazones, donde Dios ya ha sembrado la semilla del amor y la verdad.

Dios no manda cosas imposibles, sino que, al mandar lo que manda, te invita a hacer lo que puedas, a pedir lo que no puedas y te ayuda para que puedas.

Agustín de Hipona, De natura et gratia, cap. 43.